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Luego, todos los ancianos de la ciudad más próxima al lugar donde se encontró el cadáver lavarán sus manos en el torrente, sobre la becerra desnucada, y declararán: “Nuestras manos no derramaron esta sangre, nuestros ojos nada vieron. Perdona a tu pueblo Israel, al que tú rescataste; no le hagas responsable de la muerte de un inocente”. Y quedarán absueltos de la sangre derramada.

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